viernes, 28 de noviembre de 2008
La Estación y Ella
Les dejo una pequeña narración mía, espero que les guste:
El frío hacia que las personas que nos encontrábamos en aquella estación de autobús, nos agrupáramos lo más que podía para luchar contra el incesante viento que nos azotaba, y que, periódicamente provocaba espasmos cuando el aire se incrustaba como un clavo en la espina.
A pesar que aquella estación se encontraba llena de personas, el silencio era de entierro. A excepción de un grupo de jóvenes, todos guardábamos silencio, tal como si este viaje fuera el último de nuestras vidas.
El sonido de freno de aire de un bus, hizo una reacción de alerta hacia todos los presentes. -- ¡Ahí viene el bus!-- gritó una niña de pelo ondulado que se encontraba a pocos pasos donde yo me encontraba. La niña llevaba entre sus manos una muñeca de trapo, como hace tiempo no veía una. La madre la apresuró hacia delante cuando un caballero les hizo señas desde el inicio de la fila para que pasaran. Nadie reclamó aquel hecho, ya que todos nos solidarizó con la pequeña niña, que se notaba en su palidez el sufrimiento por la temperatura.
Me logré sentar en los últimos asientos de la parte trasera del bus. Limpié la ventana con mi mano para poder ver hacia fuera, donde las personas seguían agrupándose.Mi vista se enfocó rápidamente en una señora que estaba intentando pedir ubicación sobre algún bus en específico. Esa tarde la estación estaba más apagada, no había vendedores ambulantes, es más no había mendigos solicitando monedas, y la humedad había apagado el olor de smog de los buses. Olía a mojado, olía a fresco, pero curiosamente esa tarde era triste.
El motor rugió debajo de todos los pasajeros y casi inmediatamente el bus se empezó a desplazar lentamente, y dejábamos la estación a una velocidad crucero. Mis ojos observaron desde largo aquella bella tormenta de cabello, el cual era sostenido por una boina negra francesa. Ella era delgada y alta, traía una gabardina de cuero. Giró y pude observar unos hermosos ojos negros que fueron dirigidos hacia la parada donde recién había salido el bus en el que me encontraba.
--¿Qué hago?-- me pregunté sin dejar de observarla. Horrorizado sentí como el bus aumentó la velocidad y ella desaparecía entre aquel tumulto de personas, que continuaban con su espera.
La imagen de ella se me quedó grabado por varios minutos, se observaba tan delicada, tal como si esperara algo, tal como si... me esperara.
--¿Por qué no me baje?-- pensé en el momento que le daba un suave puñetazo a la cabecera del asiento del frente el cual se encontraba vacía.
Analizando me puse a divagar, imaginando que hubiera bajado:
--hola, yo iba en aquel autobús y cuando te vi, me baje y vine aquí corriendo....--- sonaba demasiado tonto por el frío, pero tal ves ella diría:
--bueno, ya que estás aquí vamos por un café-- y caminaríamos por las calles de nuestra ciudad, tomaríamos un café, luego al cine... --y que más da.... no te bajaste-- me reproché por dentro.
En el viaje, me imaginé tantas cosas, me imaginé teniendola entre mis manos, abrazándola y besándola como nunca he besado a nadie. Me imaginé estando con ella en una noche apasionada, donde solo estuviera ella y yo, sin importar las cuentas, los trabajos y otras distracciones.
Aunque ya casi llegaba a mi destino, estuve tentado de bajarme del autobús, solicitar los servicios de un taxi que me llevara a la estación, pero seguro ella ya habría montado otro bus.
Al llegar a mi destino, con la mirada perdida entre mi reflejo en los charcos de la calle, caminé hacia mi hogar, la tristeza me invadía en aquel momento... -- tal ves iríamos de la mano por esta calle, le robaría un beso y los dos reiríamos-- pero ella no estaba, me encontraba solo.
Al fin logré entrar a la casa, derrotado del cansancio del trabajo... pensando en ella, caí vencido en el sillón. Me quedé un momento, intentando explicarme la razón de no haber corrido hacia ella.
El olor a café empezó a llenar la habitación y me serví una tasa caliente, otra taza estaba también lista para ser servida, pero todavía no... faltaba poco... faltaba poco...
Sonó la puerta, y entro Magda mi esposa, dejó su maletín en la mesa y pregunto como me había quedado el café mientras me daba un beso. Llenó la taza y después buscó una galleta.
Yo me acerqué lentamente, cuando ella se encontraba de espaldas, miré su figura suspirando, le quité la gabardina y la boina francesa negra, mientras le decía:
-- Amor, hoy te vi en la estación
-- En serio, estaba como de locos, verdad?-- me respondió mientras se tendía en el sofa.
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No esperaba el final, pensé que se quedaría con la imagen de la mujer que al tiempo serían colores borrosos... Buses, lluvia, calles: estos días.
ResponderEliminarMe gustó! Muy bueno!
Mae,l muy buen texto
ResponderEliminarSaludos a deshora.