Te conocí (a una amiga)

Te conocí desde mucho antes de hablarte, estabas en cada mujer que sufre por un hombre. Te conocía aunque no te había visto nunca. Te conocía en mi hermana, te conocía en otras amigas, en mujeres que pasaron por mi vida, pero te conocía.
La misma mirada tuya la tenían, la misma tristeza acarreada por años, por no poder decir adiós en el momento preciso y alargar las cosas más de lo que se debe.
Te conocía por aquella mujer que lloraba desconsolada en la barra de un bar y fumaba un cigarro lentamente mientras su rostro se marchitaba entre lágrimas y licor.
Eres la misma, que con ojos llorosos que me dijo un último adiós cuando termine con la historia de amor. Eres la mujer que dejé de llamar. Te conocí hace tanto.
Ahora eres tú misma la que sufre por él, eres la misma que llora en una barra o que con ojos llorosos se despide. Eres la misma…
Sufres por él y el lo sabe, yo por mi parte me queda sufrir contigo y morir cada vez que te sientes mal… es la función de un amigo.
Intento hablar con palabras sabias, pero se esfuman cuando chocan con la tristeza de muchos adioses y muchas despedidas que te dejaron sola.
Dices estar bien, y algunas veces me lo creo, pero dentro de mí se que sigues llorando y desesperando por aquel que no pudo ver más allá de sus ojos.
Por eso te escribo este post, y robo la frase de la canción de Ismael Serrano “El amor es la piedra que Sisifo empuja”. Seguiremos sufriendo por mucho tiempo hasta el momento que te sientas mejor, y cuando esto ocurra, estaré conociendo a otra amiga que sufrirá nuevamente y moriré con ella.
No hablaré mal de él, ni bien de ti… las cosas son así… siempre hay un adiós. Pero ahí estoy yo, para escucharte todo lo que quieras.
Además “Siempre nos quedará la Habana”.

Gracias por dejarme ser tu amigo y vivir tu tristeza.