martes, 7 de octubre de 2008
El Viejo Bar Taurus
pequeño edificio de Madera, donde se encontraba la mejor gente. Desde profesores universitarios, hasta gente agena a la Universidad, se congregaba en aquel pequeño lugar donde cualquier tema está permitido.
La música sonaba con poco volumen y casi siempre Enrique Bumbury, o cualquier otro disco que con gusto le ponían a las personas que llegaba, pero si había como norma que el volumen fuera regulado, para que las conversaciones predominaran el ambiente.
Aquel “antro”, resultó ser más educativo que todas las materias que recibí durante 3 años y medio que iba casi todos los días a la Universidad. Las conversaciones saltaba por todos los temas y recuerdos, que alguna persona contaba en repetidas ocaciones y que muchas veces tenían que alzar la voz ya que habían llamado la atención de otras mesas.
Comúnmente, las personas llegaban solo a tomar a ese lugar, por la cantidad de cucarachas que habían entre las paredes y que de vez en cuando provocaban algún grito a alguna cliente por su presencia en la mesa, y la sonrisa de todas las demás mesas.
El precio nunca fue alto, pero curiosamente eran casi las mismas personas que nos encontrabamos en ese lugar, por lo que, después de un tiempo nos saludábamos aunque nunca nos ubiéramos presentado.
No había que llegar en traje entero, ni con tacones, ni pintados, ni vestidos de negro… solamente… ser lo que éramos.
Ahí pase buenos momentos, y lo mejor es que la “calle de la amargura”, era casi segura; salir de ahí a altas horas, era muy poco peligroso, más que los vendedores de aquellas manualidades eran los ojos de la misma calle, que protegía a todos los que estabamos adentro.
En aquel tiempo, tuve que dejar mis estudios, por lo que volvía a ese lugar cada vez más distante hasta que se volvio nada. Al tiempo me llamó una amiga a decirme que habían demolido Taurus, y me apoderó una tristeza, como supongo que le ocurrió a todos los que visitabamos aquel lugar.
Ya no quedan lugares para ir a conversar, para pasar un buen rato. Ahora en este momento nos hemos llenado de lugares llenos de ruido, lugares donde no se puede conversar, donde no se puede ser un mismo, ya que se reservan el derecho de amisión.
Ni mucho menos un lugar donde se encontraba tanta gente buena en tan poco espacio, ahora solo quedan, ventas de moda, ventas de ideas, ventas de productos y lo peor ventas de personalidad.
Y me da tristeza ver como los viernes, las personas se apresuran a entrar a esos frios lugares de “glamour”, sin nunca haber conocido un buen lugar, como también lo fue Rabo de Nube en Guadalupe.
Dos lugares que se quedarán en mi mente y mi corazón para siempre, ya que fui parte de ellos y ellos de mi.
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Poco a poco los lugarea acogedores van quedando en el olvido.
ResponderEliminarYa casi no quedan lugares para sentarse y tener una larga tertulia.
Ahora solo hay lugares en que hay que gritar para que te escuchen...
Saludos